A mi novia le gusta mostrar su culito (gentileza de neron1971@yahoo.com.ar)

Después de 2 años de pareja me entero que a mi novia le gusta mostrar su culito y me lo demuestra con el portero y el de seguridad de nuestra casa.
La mayoría de las historias que leí destacan que son reales. No se cuanto habrá de verdad en eso. Lo que si les puedo asegurar que esta historia que les contaré sucedió tal cual se las relataré. Lo único que cambiaré serán los nombres de los personajes por motivos obvios.

Me llamo Sergio, vivo en Buenos Aires, Argentina, tengo 40 años y estoy viviendo en pareja hace 2 años con Marcela, una muy linda rubia de 25 años, 1,67 mts de estatura, 85 de pecho, 62 de cadera y una cola súper paradita (a fuerza de mucho gimnasio) y con la piel muy suavecita. Al principio de nuestra relación en la cama siempre fuimos muy conservadores, nada de fantasías extrañas, nada de sexo anal, nada de películas porno ni nada de juguetes. Así como les cuento parece bastante aburrido, pero por lo recatada que siempre fue Marcela, yo no tenía otra opción que aguantarme una relación de esta forma.

Así transcurrían nuestros días hasta que en una ocasión, yo estando en el baño de mi oficina escuche la conversación de dos compañeros, Eduardo y Leonardo, hablando de mi novia, la cual habían conocido en un evento para la presentación de unos nuevos productos que se había realizado el sábado anterior y al cual habíamos concurrido todos los integrantes de la empresa con sus respectivas novias o esposas.
Al escuchar el nombre de Marcela me escondí para no ser visto y al prestar atención no podía creer lo que escuchaba. A continuación les transcribo lo más textual posible la charla:

- ¿Viste el culo que tiene la pareja de Jorge?, preguntó Eduardo
- Ni que lo digas, no pude dejar de mirárselo en toda la noche, contestó Leonardo
- También con ese pantalón que tenía y esa tanguita que se le marcaba toda.
- Además, me parece que le gusta mostrarlo, porque cada vez que notaba que la estaba mirando se hacía la tonta y lo paraba más.
- Te parecerá a vos. Con Jorge siempre hablamos de lo tímida que es Marcela y lo que le cuesta a él realizar algunas de sus fantasías.
- Yo lo único que te digo es que me parece que esta es una putita bárbara y que le encantaría que le rompan el culito de una buena vez y yo me anotaría en primer lugar.

En ese momento salieron del baño y yo me quedé con una sensación de bronca tan grande que solo era comparable a la calentura que me había dado escucharlos hablar así de Marcela.

A partir de ese día note lo que me excitaba saber lo deseada que era mi novia y cada vez que teníamos relaciones fantaseaba con la idea de que hubiera gente mirándole la cola a Marcela mientras ella la movía contenta de mostrarla. Así trascurrieron varios meses, hasta que en una oportunidad y en un momento que estábamos tomando sol en el balcón de casa, vi que se metía la tanga que tenía puesta bien adentro de la cola. Cuando le pregunte que hacía, me contesto que era para que no le quedaran las marcas de la malla, pero en realidad me di cuenta que se había levantado de la reposera y se había colocado de espaldas a la reja del balcón dándole un espectáculo bárbaro a dos adolescentes que vivían en un edificio de enfrente y que no se podían despegar de la ventana. Al darme cuenta y creyendo que Marcela no se había dado cuenta le aviso:

- Marce, date vuelta que te están mirando de enfrente.
- ¿En serio?
Da vuelta la cara y viendo a los chicos les saca la lengua, se las pasa por los labios, luego me mira y me dice:
- Dejalos que miren, me calienta pensar que esta noche van a hacerse una paja pensando en mí.
No podía creer lo que escuchaba y veía, la tan recatada de mi novia ofreciendo el culo para que unos desconocidos se lo miraran cuanto quisieran y además reconocer que eso la calentaba.
No supe que decir, automáticamente sentí que comenzaba a tener una erección monumental y comencé a dar crédito a lo que había mencionado mi compañero Leonardo en la ocasión del baño.

Como pude, me pare de la reposera y me acerque a ella le di un beso en la boca y susurrándole al oído le comente que lo que estaba haciendo era una de mis fantasías de los últimos meses y que si a ella le gustaba yo no me pondría celoso, al contrario, le ayudaría a desarrollar su fantasía y llegar hasta donde ella quisiera.
Cuando escucho esto, me miro fijo y me preguntó:
-¿ Llegar hasta donde yo quiera?
- Sí, ¿porqué? ¿Hasta donde queres llegar?, le respondí.
- Me gustaría mostrarle la cola a estos chicos sin la mallita. ¿Me dejás?
La conversación había llegado al punto que yo ya no podía soportar mas que mi chota estuviera encerrada en el pantalón.

Ella me miraba como esperando la respuesta, sin dejar por supuesto de arquearse cada vez más para mostrarse mejor a estos chicos que ya a esta altura y sin ningún disimulo habían sacado sus chotas y se estaban haciendo flor de paja.
- ¿No te parece que sería demasiado?, ¿no te da vergüenza? le pregunte.
- No, para nada, lo único que me da un poquito de vergüenza es confesarte que siempre me gustó mostrarme y especialmente me excita muchísimo cuando los hombres me miran y desean mi colita.

Vi en su cara que contarme esto la calentaba terriblemente, y yo que con mi calentura no me quedaba atrás le seguí preguntando.
- ¿Le mostraste la colita a muchos señores en este ultimo tiempo?
- A varios, ¿querés que te cuente la última vez?
- Fue ayer cuando salí del edificio para el gimnasio con las calzas azules y al ver que Sergio (el portero) y Rubén (el de seguridad) no podían sacarme los ojos de encima, me abrí un poco de piernas, me agache sin flexionar las rodillas y hice como que me ataba el cordón de las zapatillas, poniéndole la cola a un metro de la cara de ellos. Me clavaron la vista y pude ver como Rubén se puso la mano en el pantalón y murmuro algo que no llegue a escuchar. Esto me calentó tanto que tuve que volver a casa a cambiarme porque me había mojado toda.
A medida que me contaba esto se había abierto un poco mas de piernas y empezaba a tocarse la conchita, siempre mostrando su culito a todos los que quisieran verlo en las ventanas de enfrente.

- Bueno, si no te da vergüenza, sacate la tanga, pero espera que me vaya para adentro, para mirarte desde ahí.
Lo único que yo quería era no perderme nada del espectáculo que estaba por dar mi novia, y lo quería ver mientras me hacía flor de paja.
Cuando la deje sola, giró la cabeza hacia los mirones, sacó la lengua pasándosela por los labios, tiró de cordón de uno de los costados de la maya desatando el nudo y voilá, ahí estaba parada en el balcón con las piernas abiertas, un dedo dentro de su conchita y apuntando su colita desnuda en plena luz del día a decenas de ventanas.
Se arqueaba cada vez más, se abría los cachetes con la mano, mostrando su lindo agujerito y siempre sin dejar de masturbarse, la escuchaba que decía en voz baja - ¿Les gusta mi cola? ¿Les gustaría chuparla?, aquí la tienen, toda para ustedes. De repente me miró a través del vidrio y me rogó que le metiera la pija en la boca, cosa que no pude evitar ya que estaba por estallar. Así que salí al balcón, la tome de los pelos, y ella me empezó a comer la chota, mientras yo ya fuera de sí, le gritaba ¿Te gusta que te vean la colita putita? ¿Te gustaría tener ahora otra pija por atrás? Ella asentía con la cabeza y gemía como nunca la había escuchado. Ya había acabado como 5 veces. Yo seguía: ¿Sabes todos los señores que se deben estar pajeando con tu culito?, ¿Te gustaría tenerlos todos acá, no puta?, Siiii decía ella, pero ya no aguante mas y tuve un orgasmo monumental, el cual Marcela se tragó hasta la última gota. Le di una palmadita en la cola y nos metimos para adentro, sin antes ella darse vuelta y dirigir un beso hacia las ventanas.

Esa noche tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido desde que nos conocíamos, pero como se imaginarán la cosa no quedo ahí, y empezaron a pasar cosas que realmente nunca hubiese esperado que pasaran.

A la mañana siguiente al salir del edificio para dirigirme al trabajo, me cruzo en la puerta con Sergio y con Rubén, que como recordarán son el portero y el encargado de seguridad del edificio donde vivimos, los cuales, con una sonrisa, me comentan que ayer una persona había asentado una queja en la administración del edificio por las exhibiciones que había hecho mi novia en el balcón.
Imaginen la sorpresa y vergüenza mía enterándome que ya en el edificio sabían de las manías de Marcela. Por supuesto me hice el desentendido y se produjo este dialogo:
- ¿De que exhibiciones me hablan?, dije yo tratando de disimular.
- De mostrarse desnuda y con poses sexuales en el balcón, dijo Sergio.
- La verdad, no se de que me hablan, contesté.
- Con nosotros no tiene que disimular, ya hace rato que sabemos que a su mujer le gusta mostrar la cola, cada vez que pasa cerca nuestro se agacha o la saca para afuera y se queda un ratito en esa posición para que se la admiremos, dijo Rubén sonriendo.

Yo me quede mudo.
- Lo único, dígale que en el balcón no lo haga más porque va a tener problemas con los vecinos, continuó Sergio.
- Dígale que cuando quiera exhibir su culito, nosotros nos ofrecemos para mirárselo, no es cierto Sergio, dijo Rubén.
Ambos rieron y yo entre la vergüenza pero también la excitación que me producía la situación, solo atiné a contestarles - Se lo diré.
Todo el día en la oficina estuve con una calentura brutal. No veía la hora de volver a casa para contarle a Marcela lo que me había pasado a la mañana y ver la reacción que tendría.

De regreso a casa al llegar a la entrada del edificio me encuentro nuevamente con Rubén, el cual me saluda con una sonrisa y el caradura me dice que si mi mujer lo necesita a el y a Sergio esta noche, que cuente con ello porque hoy era su día libre y estaba disponible.

Yo no podía creer lo que escuchaba. No le conteste nada y subí lo mas rápido que pude a mi departamento.
Cuando abro la puerta me encuentro a Marcela cocinando vestida solamente con una tanguita roja de esas que se meten bien adentro de la cola. Se acerca a darme un beso y me dice que suerte que había llegado porque ya no se aguantaba mas de la calentura y quería que me la cogiera en el balcón a la vista de todos.
Le dije que eso ya no lo podíamos hacer mas, y le conté lo de la denuncia y cuando le conté el ofrecimiento que me habían hecho Rubén y Sergio pensé que se moriría de vergüenza, pero no, estaba muy equivocado, me miro, se toco la conchita y después de un gemidito me dijo:

- Que zarpados, y a vos amor ¿que te parece la idea?
- La verdad que me agarro por sorpresa, pero estuve todo el día excitado.
- Vos sabes que a mi me encanta mostrar la colita todo el tiempo y si a vos no te molesta que me la miren mientras me coges, podríamos decirle que subieran.
- Justamente hoy a la noche están de franco, le dije.
- Porque no bajas y les avisas que vengan a las 10. Pero amor, no te olvides de aclararle muy bien que es solo mirar, no me voy a dejar tocar.
- Seguro, yo tampoco lo permitiría.
Así que baje, lo encare a Rubén y sin muchas vueltas, porque me daba bastante vergüenza, le dije que mi novia había aceptado la propuesta de hoy a la noche.
- Estaba seguro que se moría de ganas de entregarnos el culito, me dijo.
- De entregar nada, le dije, es solo para que la miren, esta claro.
- Está bien, no hay ningún problema. Ya verle desnudo ese flor de culo que tiene me basta.
- Avísele a Sergio y suban a las diez, me despedí.

Volví al departamento y nos apuramos en preparar todo. Decidimos que lo haríamos en el living, porque es el lugar mas grande de la casa y podríamos poner distancia entre ellos y nosotros. Corrimos los sillones y los pusimos mirando hacia el colchón de la cama que tiramos en el piso. Trajimos una lámpara de pie que daba un luz mas tenue, pero que a su vez iluminaba todo bien. Marcela se puso un vestidito de color turquesa que le llega un poquito arriba de las rodillas, de tela finita y ajustado lo suficiente como para dejar divisar la tanguita negra que apenas le cubría la cola y los pezones paraditos ya que no tenía puesto corpiño. Era la primera vez que iba a mostrar su colita desnuda a tan poca distancia a dos casi desconocidos. De solo pensarlo ya había tenido un orgasmo mientras se cambiaba.
Ya se había hecho la hora, y como era de esperar, puntualmente tocaron a la puerta. Abrí, y ahí estaban Rubén y Sergio con una sonrisa y como cargándome Rubén me dice:

- Buenas noches, venimos a que su mujer nos muestre ese precioso culito que tiene, ¿podemos pasar?
- Adelante, los esta esperando, les dije para continuar la situación que me excitaba terriblemente.
- Mi amor, ya están acá, ven a saludar, grité, mientras Rubén y Sergio se acomodaban en el sillón.
- Hola, como están, dijo Marcela, como si se tratara solamente de una visita social, y estirando la cara le dio un beso en la mejilla a cada uno.
- Buenas noches señora, respondieron a dúo, que por el grado de calentura que ya tenían les salio medio entrecortado.
- Esta muy hermosa, dijo Sergio, que siempre había sido el más galante.
- Y tiene el mejor culito del barrio, siguió Rubén, no veo la hora de que nos lo muestre desnudito. Continuo, mientras ya se había abierto el cierre del pantalón y se le notaba terrible erección.
- Así que quieren ver mi colita, contesto Marcela, mientras se mordía el labio, por la calentura que le habían producido las palabras de Rubén.
- Mi amor ¿vos me dejas que le muestre el culito a estos señores?, me preguntó.
- Si te gusta, aséelo, le contesté.
Se dio vuelta y fue caminando hasta el colchón, arqueo la espalda, abrió un poco las piernas, y se levanto un poco el vestido dejando al descubierto la mitad de su precioso culo. Los miró, saco la lengua para mojarse los labios y les preguntó
- ¿Les gusta mi colita?, ¿quieren verla toda?
- Por supuesto señora, pero espere que nos saquemos los pantalones, así nos hacernos una buena paja con ese culito hermoso, contesto Rubén.
Así lo hicieron, se desnudaron por completo y dejaron ver dos miembros muchos mas grande que el mío y que estaban a punto de estallar. Cuando mi mujer dio vuelta la cara y vio terribles chotas no pudo evitar emitir un gemido de placer que hizo que Rubén me comentara:
- Me parece que a su mujer no solo le gusta que la miren sino también ver pijas grandes.
- ¿es cierto eso mi amor?, le pregunté.

Marcela no contestó, pero se notaba en la cara que les había gustado, y que había llegado a un grado de calentura tal que casi de un tirón se arranco el vestido quedando solo con la tanguita negra que apenas le cubría el culo. Se puso en cuatro en el colchón, bajo la espalda y les entrego una fabulosa vista de su colita, mientras se metía un dedo en la conchita y preguntaba:

- ¿Les calienta mucho verme así?
- La verdad me calienta que sea tan puta señora, contesto Sergio.
- ¿No tiene ganas de sacarse la bombachita y mostrarnos el agujerito?, preguntó Rubén.
- ¿Me dejas mi amor que les muestre el agujerito a los señores?, me preguntó, mientras movía el culo para adelante y para atrás.
- Su marido le deja hacer lo que tenga ganas y como se que tiene ganas que alguno de nosotros le saque la tanguita, yo no voy a hacerla desear, le dijo Rubén.
En ese momento Rubén se paró del sillón y fue directo al colchón donde estaba Marcela. Ya todo se había descontrolado y pensé que mi mujer se iba a resistir a que la tocara, pero me equivoque, al contrario, siguió en la misma posición y además se arqueó más para permitir que Rubén pudiera meter los dedos a los costados de la tanga y tirara hacia abajo dejando toda la cola de mi novia al aire.
- ¿Qué le parece mi agujerito?, le preguntó Marcela, tocándolo con un dedito.
Es un culito que necesita que le metan una lengüita, le contestó, y de inmediato se agacho y le introdujo la lengua en el culo de mi mujer, que ya fuera de si, se movía desesperadamente y gritaba cosas como:

- Si señor chúpeme la colita por favor. Métame toda la lengua.
Rubén solo sacaba la boca del culo para gritarle barbaridades como:
- Yo estaba seguro que usted era muy calentona y que hacía rato que tenía ganas que le den dos hombres de verdad. Ven Sergio que entre los dos la vamos a partir al medio a esta putita.
Rubén se paró, me miró como pidiéndome permiso y se dirigió directo a poner la boca en la cola de mi novia, lugar que le cedió Rubén, que se dirigió hacia la cara de Marcela y le comió la boca con un beso que ella respondió sacando la lengua y mirándolo de una forma que le pedía a gritos que le pusiera su tremenda chota en la boca, cosa que Rubén no se hizo rogar. No les puedo explicar con que desesperación se comía semejante miembro.

Yo a esta altura no podía creer lo que veía y me había sentado en el sillón y contemplaba la escena haciéndome flor de paja.
- ¿Así que su señora no iba a dejar que la tocaran? Me dijo Rubén
- Dígale a su marido lo puta que es, prosiguió.
Marcela solo se sacaba la pija de la boca para gritarme: - Mi amor, soy muy puta y me gusta que me chupen la colita. Siguieron así un rato y de repente Rubén le dijo a Sergio: - correte que le voy a romper ese agujero que tanto le gusta mostrar. Me quede atónito cuando Marcela, que nunca había tenido sexo anal, en vez de negarse, apoyo la cabeza en el colchón, sacó mas el culo para afuera, me miró y me dijo: ¿Mi amor me dejas que el señor me rompa la colita? Y enseguida se metió el miembro de Sergio en la boca. Yo seguía la escena sin perderme detalle, y ya por el grado de calentura que tenía no podía ni hablar.

Rubén se arrodillo detrás de mi señora y de un saque le metió la pija hasta el fondo, lo que Marcela respondió con un grito mezcla de dolor y placer.
- ¿Con las ganas que tenía y su marido nunca le rompió el culito?, le preguntaba Rubén, mientras mi novia no paraba de moverse y gritar desaforadamente.
- Dígale señora a su marido ¿cuantas pajas se hizo, imaginando mi pija en su culo?, continúo.

Mi mujer no contestaba, pero cada vez gritaba mas fuerte.
- Ahora se la va a meter Sergio y usted me la va a chupar y tragar toda la leche hasta la última gota, le ordenó.
Marcela por supuesto obedeció y mientras Sergio le destrozaba el culo con su pedazo, ella chupo hasta tragarse todo el semen de Rubén, y siguió chupando hasta que Sergio le lleno todo el orto con su leche.
Mientras yo ya no aguante más y largue toda mi leche, Marcela quedo tirada boca abajo exhausta y con un hilito de semen que le salía de su culo y Rubén agarraba su ropa y le decía a mi novia: - Cuando quiera mostrarnos el culito otra vez, avíseme que tengo unos cuantos amigos que les va a encantar mirárselo, a lo que Marcela le respondió: - Me encantaría conocerlos, pero esto se los contaré en otro momento.

Después de la experiencia que me hizo vivir mi novia con el encargado y el de seguridad de nuestro edificio, nuestra vida cambió rotundamente. Ella se mostraba avergonzada por haber llegado tan lejos ese día y me reclamaba que no la hubiese parado a tiempo. Yo tenía un extraño sentimiento de culpa por haberla dejado que dos casi desconocidos le rompieran por primera vez ese culito tan hermoso, pero a su vez solo recordar esa escena me excitaba de tal forma que me hacía tremendas pajas imaginándola encamada con cada tipo que yo conocía.

Así transcurrían nuestros días aparentando entre nosotros que lo que había pasado había quedado en el olvido.
Marcela se vestía mas recatada y con pantalones amplios que casi no dejaban ver la fabulosa cola que tanto le gustaba mostrar, y había vuelto a ser la mujer recatada de cuando la había conocido.
Sexualmente todo pasaba sin ningún condimento extra, y ninguno de los dos nos confesábamos nuestras fantasías, pero estaba seguro que a ella le calentaba terriblemente recordar lo que habíamos pasado. Y no me equivocaba.
Una mañana saliendo del edificio junto a ella nos cruzamos con Rubén, que como recordarán es el de seguridad, y luego de intercambiar un buenos días la encara a Marcela:

- Señora, no sabe lo que extraño ver su precioso culito. ¿Cuándo me lo va a volver a mostrar?
- Nunca Rubén, le conteste yo.
- ¿Lo que dice su marido es verdad? ¿No recuerda lo que le gustó cuando se lo abrimos en dos con Sergio?, continuó Rubén.
Marcela no decía palabra, pero se notaba que le calentaba lo que Rubén le decía.
- Le cuento que hay dos albañiles de la obra de enfrente que siempre que la ven salir se cruzan y me preguntan por usted y se la pasan elogiando su cola. ¿No tiene ganas que se la vean mas de cerca?, prosiguió el zorro de Rubén sabiendo que eso la ponía a mil.

Marcela se mordió el labio inferior para aguantarse la calentura que tenía y le contesto haciéndose la ofendida:

- No, eso ya no me gusta más, no creyendo ni ella misma lo que decía.
Rubén largo una carcajada, por lo evidente de la mentira que había sido la respuesta y continuó:
- Bueno si así lo quiere, es una lástima, usted se lo pierde. Si cambia de idea la esperamos esta tarde en la cochera cuando regrese del gimnasio.
- No gracias, contesto Marcela y nos retiramos hacia nuestros trabajos sin hacer ningún comentario de lo sucedido.
En mi oficina me imaginaba constantemente a mi novia agachada ante los dos albañiles exhibiendo su culito y eso me tuvo toda la tarde como un fuego. Hasta llegue a lamentar que ella no quisiera.
En mi regreso a casa me extrañó no encontrar a Rubén en la casilla de seguridad de la entrada por lo que le pregunté al reemplazante:
- ¿Qué le pasó a Rubén?
- Nada señor, está ayudando a unos albañiles a hacer un trabajo en las cocheras, por eso lo estoy reemplazando. Acaba de bajar, así que si necesita hablar con el lo puede alcanzar, me contestó.

No podía ser tanta coincidencia, en esto tenía que ver mi novia, así que apuré el paso y baje las escaleras que dan a las cochera tratando de no hacer ruido. En el primer nivel no se escuchaba nada, así que seguí bajando hasta el último nivel que es el lugar donde no se guardan coches, sino las herramientas y maquinas para la manutención del edificio. Al escuchar un murmullo me acerque y ahí estaba Marcela apoyada de frente en una pared con la espalda un poco arqueada, sacando el culito para afuera, vestida con un top blanco y unas calzas azules de gimnasia. Frente a ella y sentados en el suelo estaban Rubén y no dos sino tres tipos de aproximadamente 50 años sin pantalones y con los miembros en la mano. Mi novia les movía el culo y cada tanto daba vuelta la cara y los miraba con una expresión de puta que los volvía locos, mientras Rubén le decía:

- Ya me parecía que no había dejado de ser viciosa y que le sigue gustando mostrar ese culito roto.
- Mire que dura se la está poniendo a los señores. Hágale un buen espectáculo que de premio la vamos a ensartar entre los cuatro.
- No, dijo Marcela mirando seria a Rubén, habíamos quedado que ninguno me puede tocar, solo pueden mirarme, o es así o no continuamos.
- Esta bien señora hagamos como usted quiera, le contesto Rubén.
- Ya que solamente podemos mirar ¿que espera para mostrarnos la tanguita señora?, dijo uno de los albañiles.
- Si bájese la calza y muéstrenos esa bombachita de putita que usa, pidió Rubén.
Marcela metió los dedos en el costado de la calza y tiró hacia abajo muy despacio hasta dejarla a la altura de las rodillas y dejando al descubierto una tanguita rosa tan diminuta que dejaba ver el precioso culito que tiene. Se abrió un poco de piernas y se agachó dando una vista impresionante a los tipos que ya a esta altura estaban con sus miembros totalmente erectos. En eso Rubén se paro fue hasta donde estaba mi novia y le ayudo a sacarse las calzas y el top quedando solamente vestida con la tanga rosa y las zapatillas.

Mi novia le agradeció que la ayudara a desvestirse, pero le ordenó que volviera a su lugar.
Rubén así lo hizo, se desnudó por completo y se sentó al lado de los albañiles, que ya a esta altura se masturbaban frenéticamente, mientras Marcela se ponía en cuatro con las piernas abiertas, con la tanguita un poco corrida y con un dedito dentro de la conchita.
Yo miraba todo con una calentura terrible y no podía creer que mi señora se animara a hacer tremendo espectáculo sin que yo estuviera presente para cuidarla si alguno se quería zarpar. Evidentemente por el dialogo caliente que se generó entre los cinco, Marcela ni había pensado en ello.

- No les dije que la señora tiene un culito hermoso, dijo Rubén a los otros.
- Cuéntele a los señores como le comimos la colita hace unos días, continuó.
- ¿Así que ya tuvo varias lenguas en su culito señora? preguntó uno se los albañiles.
- ¿Le gustó que se lo comieran?, preguntó otro.
- Me encanto que me lo chupara Rubén, contesto Marcela, que por el grado de calentura que tenía le salió la voz entrecortada.
- Mire que es putita, pensar que su marido esta trabajando y usted toda desnudita abriendo el culo para cuatro tipos, dijo Rubén.
Cuando escuchó esto, Marcela dio vuelta la cara, los miro, se paso la lengua por los labios y les preguntó:
- ¿Quieren ver mi agujerito roto?, mientras el dedo que tenia en la conchita entraba y salía a un ritmo mayor.
No esperando la respuesta ya que sabía que iba a ser afirmativa, se corrió hacia un costado toda la tanga y dejo al aire su precioso hoyito.
- ¿Qué les parece? preguntó.
- De acá no lo vemos muy bien, ¿podemos acercarnos sin que usted se enoje?, preguntó el tipo que hasta ahora no había dicho palabra.
- Bueno, está bien, acérquense un poco, pero solo un poco.
Todos se pararon, se terminaron de desnudar y fueron a donde estaba mi señora que, por la forma que los miraba y gemía demostraba que había perdido totalmente el control de la situación. Cosa que aprovecharon Rubén y los tres tipos, acercándose a centímetros y sentándose en semicírculo alrededor del culo de mi novia.
- ¿Señora, no se metería un dedito en ese agujerito para nosotros?, preguntó uno.
Cuando Marcela acercaba el dedo al culo, el tipo le detuvo la mano y le dijo:
- Espere señora, deje que antes se lo lubrique un poquito así le entra mas fácil, e inmediatamente acercó la boca al hoyo y le metió la lengua de tal forma que mi novia por el gemido que pegó se notó que lo disfrutó terriblemente. Al darse cuenta los otros que Marcela se retorcía de placer, comenzaron a meterle manos por todos lados. Mientras le tocaban las tetas, la conchita y le metían dedos en la boca le decían:
- ¿Está que explota de la calentura?, eh señora.
- ¿Le gusta las cuatro pijas que se va a comer?
- Le vamos a destrozar ese culito hermoso que tiene, le decían mientras se turnaban para pasar la lengua por el culo de mi novia.
En un momento Rubén se paro y le ordenó: - Métase esta pija que tanto le gusta en la boca, a lo que Marcela obedeció enseguida, chupándosela desesperadamente.
Rubén le gritaba: - Póngala bien dura señora así le gusta mas cuando la tenga en su culo, y seguía - ¿No tiene ganas que la empecemos a ensartar?. Marcela solo gemía y asentía con la cabeza, a lo que el tipo que estaba comiéndole la cola se levantó apoyó su tremenda verga en la entrada y de una embestida se la ensartó hasta el fondo. Mi novia gritaba y se retorcía, se sacaba una pija de la boca y se metía otra, una y otra vez, estaba como poseída. Se pasaban el culo, salía uno y se lo entregaba a otro tipo y éste después de unas cuantas sacudidas, le dejaba lugar a otro, le chupaban la espalda, los pies, le sacaban la verga de la boca y la besaban metiéndole la lengua hasta la garganta. Mientras tanto yo no podía creer ver a mi novia tan rubiecita, tan joven, con esa piel tan suavecita y dejándose dar por tres albañiles morochos y de 50 años y dejándose meter las manos sucias de cemento en cada centímetro de su cuerpo, y lo peor de todo que se veía que lo disfrutaba tremendamente.

De repente Rubén se separó de mi novia y les ordenó a los otros que también lo hicieran. Les indicó que se fueran a sentar, el fue con ellos y mientras tanto Marcela desconcertada lo miraba y aprovechaba para descansar las rodillas acostándose boca abajo.

- Ahora quiero que se de vuelta y se masturbe mirando estas cuatro pijas, le ordenó Rubén.
- Ella se dio vuelta, apoyo la espalda en la pared, se metió dos dedos en la conchita y con la otra se tocaba los pechos.
- ¿Está necesitada de estas cuatro pijas grandes no?, dijo un tipo.
Marcela los miraba con cara de putita y les sacaba la lengua.
- Mírelas bien, así puede pejearse recordándolas cuando este sola o con el cornudo de su marido, dijo el otro albañil.
- Quiero que nos pida que le llenemos de leche todos sus agujeros a la vez, continuó Rubén.
- Si, por favor rómpanme toda, suplicó Marcela.
- ¿Me promete que cuando yo quiera compartir ese precioso culito con otros amigos nunca se va a negar? preguntó Rubén.
- Si se lo prometo, pero por favor cojanme ya.
- Venga y siéntese en mi verga, ordeno Rubén.

A lo que mi novia lo hizo inmediatamente ensartándose la verga en la conchita y quedando de frente con Rubén, a lo que éste aprovecho y le encajó un terrible beso de lengua. Marcela se hamacaba desesperada. De pronto dos albañiles se pararon y le pusieron las pijas a la altura de la cara, las que mi señora chupaba un rato a cada una. Y como era de esperar el tercer albañil se dirigió directo a su culito y la penetró hasta el fondo. Todo era un concierto de gemidos, les estaban dando por todos lados y mi novia cabalgaba con ganas. Estuvieron así un rato hasta que comenzaron a rociarla de semen; primero le llenaron la boca, después el culo y por último Rubén le inundó la conchita.

Todos tomaron su ropa y se retiraron dejando a Marcela acostada en el suelo con semen chorreando de todos los agujeros. Yo a esa altura ya había tenido dos orgasmos, así que en silencio me dirigí a mi departamento para esperar a mi novia a ver si me contaba lo sucedido.

Hola amigos. Perdonen que hace rato que no les escribo, pero por razones que ustedes se deben imaginar, después de lo que paso en mi edificio con mi novia nos tuvimos que mudar a otro departamento. Ya todo el mundo se había enterado de la adicción de ella y para mi era muy avergonzante que me pararan por la calle y se ofrecieran para comerle la cola a Marcela. Además Rubén cada vez que la veía se descontrolaba y le manoseaba el culo estuviese donde estuviese y delante de cualquier desconocido sin que ella pudiera hacer nada para impedirlo.

El límite llegó cuando un día que regresaba del trabajo la encontré a mi novia en la casilla de seguridad del edificio apoyada de frente contra una pared y Rubén a su lado levantándole la pollera y exhibiéndole la cola a por lo menos 6 o 7 tipos que yo ni conocía. Todos aplaudían y decían barbaridades mientras Rubén le metía mano desesperadamente y Marcela, que cada vez estaba mas atorranta, se dejaba hacer sin decir nada.

- Ahí llega el cornudo del marido, dijo Rubén apenas me vio entrar.
Se hizo un gran silencio, ella me miró, quiso bajarse la pollera, pero Rubén se lo impidió. Todo giraron para mirarme, mientras Rubén continuó:
- Quédese así señora, muéstrele a su marido lo puta que es, sabiendo que lo que estaba diciendo la ponía a mil.

Mientras todos reían, la tome de un brazo a Marcela, la saque de ahí y subimos a nuestro departamento, donde en medio de una discusión le hice prometer que nunca más haría exhibiciones si yo no la autorizaba o si no estaba presente. Ella estaba muy acongojada y me confesó que cada vez se sentía con mas ganas de mostrar la cola y que no podía evitar excitarse tan solo con escuchar alguna propuesta o saber que alguien estaba con ganas de tocársela y comérsela.

Luego de charlar un largo rato coincidimos que esto no podía continuar así . Yo le reconocí que me calienta verla mostrar su colita, pero ya todo se había descontrolado y que había que darle un corte.

Fue ahí donde decidimos mudarnos y cambiar de vida. Ella prometió controlarse ante cualquier insinuación y yo prometí no pedirle más que se exhiba en público.
Fue así que pasaron estos meses entretenidos buscando nueva vivienda y una vez que la encontramos, decorándola y amoblándola.

Teníamos relaciones sexuales "normales" y tratábamos los dos de evitar mencionar algo de lo que habíamos vivido en el pasado. De cualquier forma yo estaba seguro que Marcela recordaba muy bien todo y lo notaba porque en medio de la relación cerraba los ojos y metiéndose un dedo en el culito acababa como tres veces seguidas. Yo tampoco puedo negar que estando solo me venían a la cabeza las escenas de mi novia cogiendo con gente extraña, por lo que me terminaba haciendo flor de paja.
Una tarde decidimos ir a una mueblería que nos había recomendado una amiga de Marcela, ya que habíamos planeado cambiar los muebles del dormitorio, especialmente la cama, que por ser bastante vieja, hacia ruido apenas nos movíamos en ella. Cuando llegamos nos recibió un muchacho de unos 30 años:

- Buenas Tardes, me llamo Carlos, en que puedo servirles, preguntó amablemente.
- Buenas tardes, nos aconsejó este lugar una amiga de ella, respondí señalando a Marcela.
- Hola, nos recomendaron que habláramos con un tal Pedro, dijo ella.
- Es mi padre, contestó él, adelante por favor. Pasó primero Marcela y ahí note como se le iban los ojos directamente a su cola, que dicho sea de paso estaba bien marcadita en esos pantalones de tela finita que tenía puestos.
Nos hizo pasar a una oficina y detrás de un escritorio estaba un señor de mas o menos 65 años que enseguida Carlos nos presento como su padre.
- Buenas tardes señor, nos envía mi amiga Cecilia para que nos ayude a elegir una buena cama, dijo Marcela.
- Ah si, Cecilia me llamó y me dijo que tu vendrías, respondió Pedro, lo que no me dijo es que vendrías con tu marido, continuó.
No entendí porque había dicho eso, pero no le di mayor importancia.
- Vengan pasemos a la parte de atrás que está la fábrica así les enseñaré los modelos de camas que tengo, prosiguió.

Apenas Marcela se paró el viejo le clavó la mirada descaradamente en su culo y siguió admirándolo mientras iba caminando detrás de ella, sin importarle si yo me daba cuenta o no.
Eso me dio un poco de bronca, pero no puedo negar que también me calentó bastante.
Traspasamos una puerta y entramos a un galpón enorme con pedazos de madera y aserrín por todos lados. Había por lo menos 10 obreros trabajando, que a medida que Marcela pasaba por delante de ellos la iban desnudando con los ojos. En ese momento me di cuenta que esto no había pasado desapercibido para ella ya que note que sacaba la cola más para afuera y la movía muy sensualmente.

Me empecé a preocupar cuando se dio vuelta para mirarme y vi. En su expresión que ya estaba recaliente. Pensé tomarla de un brazo y regresar otro día, pero la excitación que me producía verla como se mostraba pudo más y no pude mover un músculo.
- Aquí están los modelos de cama que fabricamos, dijo el viejo, están todas con colchones para que las pruebes, continuó, dirigiéndose a Marcela.
- No hace falta, mirándolas nos damos cuenta, dije yo.
- No le creas a tu marido nena, lo mejor es que la pruebes así sabrás cual es la mas cómoda, se dirigió a Marcela, ignorándome por completo.
- Tirate en ésta, a ver como la sentís, continuó, señalando un cama de 2 plazas y media.
Marcela que hasta ahora no había dicho palabra me miró y me dijo con voz entrecortada por la calentura que tenía:
- Mi amor, ¿me puedo acostar en la cama del señor?
Yo quede mudo. Lo mire al viejo que sonreía y vi como todos los obreros dejaron de hacer lo que estaban haciendo y miraban atentamente la escena.
Al no recibir respuesta mía, Marcela se dejó caer en la cama boca abajo con el culito bien paradito.
- Y, ¿que te parece nena?, preguntó el viejo.
- Mucha cuenta no me doy, contestó Marcela.
- Movete un poco, levanta un poco mas la cola y bajala, para ver como se siente de dura, indicó el viejo.

A esta altura ya se le notaba un bulto en el pantalón al viejo y los carpinteros ya se habían acercado bastante formando un circulo alrededor de la cama. Yo estaba inmóvil, miraba todo y en lo único que pensaba era en sacar la verga del pantalón porque de lo parada que la tenía me estaba matando.
- ¿Le parece bien así señor?, preguntó Marcela, mientras levantaba el culito y se dejaba caer.
- Asi está bárbaro nena, respondió el viejo, tratándose de acomodar la verga en el pantalón.

- Igual mucha cuenta no me doy, dijo Marcela.
- ¿Nena vos dormís con pijama? Pregunto el viejo.
- No porqué
- ¿Y como dormís?
- En bombachita.
- Por eso no te das cuenta si el colchón es cómodo. Te recomendaría que te saques el pantaloncito para probarlo.
- No es necesario, dije yo, tratando de mostrar una autoridad que ya había perdido hace rato.
Ya los obreros se habían acercado más y estaban a menos de un metro de mi novia.
- Señor, yo le aconsejaría que se siente en esa silla y espere allí mientras le hacemos probar la cama a su mujer, me dijo el viejo.
Lo cual obedecí, un poco porque con su mirada Marcela me lo estaba pidiendo y otro porque de la calentura que tenía ya no podía mantenerme en pie.
- Haber nena mostranos como dormís, le pidió el viejo.
Entonces Marcela se desabrocho los botones del pantalón y se los sacó, dejando al descubierto una diminuta bombachita blanca metida casi por completo en su precioso culito.
Se acostó culito para arriba y mirándolo al viejo le preguntó ¿así esta mejor señor?
- Si nena, ahora debes estar bien caliente mostrándonos el culito. Tu amiga me contó que te encanta mostrarlo y yo estaba impaciente en verlo. Veo que a tu marido no le molesta, así que abrilo bien para nosotros.
Entonces Marcela se puso en cuatro, levantó bien la colita y la puso a merced de quien quisiera mirarla. Mientras el viejo y los empleados se bajaron los pantalones y dejaron ver tremendos miembros totalmente erectos. Esto puso como loca a Marcela que comenzó a meterse un dedo en la concha y a gemir desesperadamente. Se notaba que se había reprimido por mucho tiempo y que ahora estaba más desenfrenada que nunca.
- ¿Tenés ganas que te rompamos la colita nena?, dijo el viejo
- Por favor, chúpemela señor, suplicaba Marcela mientras se corría la tanga hacia un costado exhibiendo su hoyito abierto.

El viejo no se hizo desear y rápidamente dirigió su lengua al precioso agujerito, mientras los otros comenzaron a meterle mano por todos lados y uno de ellos le ensarto la pija en la boca, la cual mi novia acepto gustosa y comenzó a mamársela en forma frenética hasta que el tipo no aguantó más y le lleno la boca de leche. Mientras tanto se turnaban con el culo, salía uno y se lo chupaba otro, le sacaban la boca y le insertaban primero uno, después dos y hasta tres dedos. La manoseaban por todos lados. Le sacaron la remera y le chupaban los pechos. Ella solo gemía y pedía mas pijas.

Yo solo miraba como once tipos disfrutaban de la puta de mi novia y me masturbaba y acababa y volvía otra vez a masturbarme.
- Salgan todos, ordenó el viejo de pronto. Cámbiense y sigan trabajando que para ustedes se acabó la fiesta.
- No me deje así señor, por favor necesito una pija en mi colita, le decía Marcela mientras lo miraba con cara de desesperación.
- Si haces lo que te digo, la vas a tener.
- ¿Te gustó mi hijo no?, vi como lo mirabas cuando entraste. Bueno ahora te vas a cambiar, lo vas a ir a buscar al salón de venta, lo vas a traer para acá y adelante mío y de tu marido le vas a pedir que te rompa la colita.
Marcela se levanto, se limpió con una toalla que le acercó el viejo, se vistió y salió caminando hacia la parte de adelante. El viejo me miró y me ordenó que me subiera el pantalón y que hiciera como que nada había pasado.
- Va a ver como le va a calentar que su mujer de la nada le pida a un tipo que le rompa el culo, me dijo.

La idea me había gustado así que le hice caso.
Me paré junto a el viejo y el hacía como que me explicaba las ventajas de la cama, cuando llego Marcela con el hijo.
- ¿Que necesitas papá?, preguntó
- La señora necesita que le hagas un favor, contestó.
- Usted dirá señora
- Decile nena, ordenó el viejo.
- Quiero que me rompas la colita delante de mi marido y de tu papá, dijo Marcela, mientras se bajaba el pantalón y le mostraba el culito desnudito.
- Vi como me lo mirabas cuando me conociste. Vos me calentás mucho y yo necesito una pija adentro, asi que por favor rompémelo, agregó.
El muchacho no entendía nada. Me miraba a mí y lo miraba al viejo mientras tocaba con vergüenza la cola de mi novia.
El padre le ordenó que se desnudara y Marcela hizo lo propio y se tendió en el colchón. El pibe se acostó a un costado y comenzaron a besarse y tocarse por todos lados. El viejo volvió a sacarse los pantalones y yo hice lo mismo. Mirábamos la escena parados al costado.
- Que puta es su mujer, mire como le gusta la pija de mi hijo, me decía el viejo. Tenía razón Marcela se la tragaba con todas las ganas, y el viejo cada tanto le metía un dedo en el culo enloqueciéndola cada vez más.
- Mire como se traga el dedo, que buen culo abierto, seguía diciéndome el viejo.
- ven nena, chupámela a mi, mientras mi hijo te abre mas ese culito.
Automáticamente Marcela se incorporó, se puso en cuatro, paro la colita y se metió la pija del viejo en la boca, mientras el hijo se puso detrás y la ensartó hasta el fondo. No les puedo explicar como gritaba y se movía. Estaba que reventaba de la calentura. Pedía más y más. El viejo la insultaba, le decía puta, perra, culo abierto y ella se ponía mas a full. Estuvieron así largo rato, donde ella habrá acabado por lo menos 5 veces, hasta que el hijo le lleno todo el culo de leche y al segundo el viejo le hizo tragar toda su esperma.
Marcela quedo tendida en la cama reventada.
Yo supe a partir de ahí que mi novia no iba a cambiar más.

1 comentario:

  1. esta de pelos esta historia q perra es esa chucha la madre metersela yo tambien yo solo la parto en dos a esa perra

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